Antes de nada quiero advertir una cosa: estas no son unas rosquillas convencionales, no son como las que puedes encontrar en cualquier supermercado. La principal diferencia con las normales, es que son blandas en lugar de duras. Por lo demás, recomiendo probar la receta porque están deliciosas.
En esta receta, como en todas, lo importante son las proporciones. Nosotras para preparar las rosquillas hemos usado la taza de la imagen y nos han salido alrededor de cien rosquillas. Así que mientras sigas respetando las proporciones, puedes usar vasos más pequeños o más grandes, según tus necesidades.
INGREDIENTES:
- 1 taza de huevos
- 1 taza de zumo de naranja natural
- 1 taza de aceite de girasol
- 1,5 tazas de azúcar
- 4 sobres de levadura en polvo royal (64 g o 8 cucharadas soperas rasas)
- La ralladura de un limón
- 1,7 kg de harina (aproximadamente)
- Anís (licor)
La harina depende del tamaño de la taza o vaso que uses. 1,7 kg de harina es lo que hemos usado nosotros para la taza utilizada.
De aceite echaremos un dedo menos que del resto de las cosas.
En un bol grande, ponemos el zumo de naranja natural, los huevos, el aceite, el azúcar, la ralladura de limón y lo batimos todo. A continuación vamos echando la harina poco a poco y vamos removiendo. La levadura la echaremos cuando la masa espese un poquito (después de haber echado dos o tres veces harina). Seguimos echando el resto de la harina poco a poco hasta conseguir una masa a la que podamos dar forma. La consistencia de la masa tiene que ser bastante blanda, nos tiene que costar darle forma. Es mucho más blanda que la masa de pan. No hay que pasarse de harina, porque estas rosquillas son blanditas.
Al final, iremos agregando la harina muy poco a poco. Y mi abuela aconseja meter las manos en la masa, para poder removerla mejor, porque se vuelve bastante dura para removerla con cualquier utensilio.
Para saber si la masa está en su punto, dejamos caer un poco de masa y debería tardar en caer unos diez segundos. |
A continuación, le damos forma a las rosquillas. Esto depende del gusto de cada uno. Mi abuela, les hace un reborde que puede apreciarse en la foto. El porqué no lo sabe, sólo sabe que su madre lo hacía así.
Cuando tengamos todas hechas, ponemos una sartén con suficiente aceite de girasol como para que cubra por completo a las rosquillas y éstas no puedan tocar el fondo. Lo ponemos a máxima potencia.
Cuando el fuego esté caliente, vamos friendo las rosquillas y dándoles la vuelta. Mucho cuidado con este paso. Se fríen enseguida y si no estamos atentos se nos pueden quemar.
¡¡Ya tenemos nuestras rosquillas!!
El siguiente, y último paso, ya es voluntario. Se trata de mojar las rosquillas en licor de anís y luego embadurnarlas de azúcar. Nos quedarán finalmente como las de la foto:
¡Qué aproveche!
¡Que preciosidad!
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